reencuentro

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán; (... fragmento. Becquer)

La esperanza no debería perderse, pero no siempre conseguimos mantenerla a nuestra vera.
Durante mucho tiempo abandoné el verde esmeralda, ese color llamado a la esperanza.
También olvidé el rojo de un abrazo amoroso, renuncié a mirar el azul al esperar que volviesen las golondrinas.
Creí que así era mejor.

Pero llegó un momento de máxima sinceridad conmigo misma.
Un diálogo de palabras verdaderas, de sentimientos desenterrados bajo la armadura.
Una pregunta asomaba desde mi inconsciente.

Aun necesité un tiempo más para poder aceptar todo lo que hervía en la olla.

Una mañana del mes de abril, sin prisa y luchando contra las sombras que acechaban, hice el primer paso. Me causó un dolor terrible, me costaba respirar, pero tuve premio. No me rechazó, al contrario, noté en la distancia sus brazos abiertos, sus lágrimas saliendo del corazón.

Busqué la complicidad de las personas de mi alrededor; me la concedieron.

Pequeños pasos hemos dado, hasta llegar al reencuentro.
Hasta que han vuelto las golondrinas a nuestro balcón.

Creí que no volverían, y aquí están, haciendo una pausa en su viaje hacia el sur.

Os hablo de mi padre, volví a verlo tras mucho tiempo de abandono mútuo.
La alegría es inmensa, no cabe en este post.

Mientras viajaba hasta su pueblo, imaginé ser protagonista de uno de esos programas que graban reencuentros en directo, jajajja, me reí. Cuando llegué no había cámaras, afortunadamente. Este es mi toque de humor en este post, y qué le vamos a hacer si desde hace un par de meses parezco una coctelera y se mezclan en mi millones de sensaciones.

Estoy contenta; se cerró un agujero y se abrió una puerta que nos lleva a un mundo.