Una capa de la cebolla ha saltado soltando un odio profundo. Ya existía, pero intentaba confundirlo con cierta rabia mezclada con tristeza.
Bien, pues con el salir del sol y después de amamantar a mi pequeña, he visto claramente que no le he perdonado. Creo que ya jamás le perdonaré a pesar de que esto va en mi contra puesto que no perdonar te encadena y te resta felicidad.
Estoy hablando de mi padre. Ese ser que me engendró pero que no me dio mucho amor. Durante muchos años me hizo daño (ya he hablado sobre esto en el blog), tras un montón de años sin vernos ni hablar me animé e hice el paso de llamarle, nos reencontramos. Fue en esa época que creí haber perdonado por fin, estar limpia de recelo. Y creo que realmente lo hice.
Luego, quise compartir con él mi embarazo, lo más bonito que me ha ocurrido en la vida y que también le afectaba a él, puesto que sería abuelo por primera vez, cosa que había manifestado que le haría mucha ilusión. A duras penas y después de insistir mucho, vino a verme estando ya embarazada de ocho meses y medio. No me sentó bien esa visita, estuvo distante y frío, pero lo achaqué al estado de hipersensibilidad en el que me encontraba con tan avanzado el embarazo.
Bien, pues por lo visto no era cierto que ser abuelo le ilusionaba pq Aina tiene más de cinco meses y el señor mi padre-su abuelo no se ha dignado a venir a conocerla. Tan sólo me llamó al cabo de un mes de haber dado a luz y nada más.
Un día, harta de esperar a que me llamase interesándose por ella le escribí. Fui dura, lo sé. Soy una buena persona con mucha paciencia y no me gustan los conflictos, pero cuando me canso puedo ser muy tajante y necesitaba sacarlo y decírselo. Le dije que ya no quería hablar con él, que ya bastante había hecho con retomar nuestra relación. Le dije que me parecía patética su forma de funcionar pero que si él quería ser así, pues cada cual con sus decisiones.
Esas palabras que le escribí sólo produjeron un ataque por su parte. Ataque que no contesté, ¿para qué hacerlo? Sea como sea, de eso hace ya tiempo y no he vuelto a saber de él.
Esas palabras que le escribí sólo produjeron un ataque por su parte. Ataque que no contesté, ¿para qué hacerlo? Sea como sea, de eso hace ya tiempo y no he vuelto a saber de él.

Esa cebolla de la que os hablo tiene capas de odio, rabia, sed de venganza, tristeza, lágrimas, incredulidad y un hueco en el centro que no se rellena y que me duele en el alma.
2 comentaris:
Hay cosas que se clavan en lo más hondo de nuestro ser y es muy difícil olvidar. Es normal que como tú bien dices, las capas no obvien la esencia de esta infeliz circunstancia. Mi consejo es que sigas viviendo. La vida es un tren que tiene muchas paradas, y cada cual se baja en la que él quiere. Si no, la vida pasa... deja pues que pase...
Un beso.
Suelta esas capas. No merece la pena dejar que alguien que no lo merece te haga sentir mal.
Un beso confortante.
Publica un comentari a l'entrada